Preparando una píldora formativa sobre comunicación para un taller de emprendedores que compartí (yo nunca imparto) hace unos meses, le buscaba título.
Comunicación para emprendedores. …no me gusta. Emprender: Cómo vender tu proyecto. …tampoco. Habilidades comunicativas para el emprendedor. …demasiado largo.
Caigo en la cuenta de que ahora las palabras emprender y emprendedor han llegado a convertirse en palabras gastadas, conceptos hechos polvo por culpa de quienes no sabían a qué agarrarse para tranquilizar a la sociedad mientras veíamos como se destruían miles de puestos de trabajo a diario.
Parecía que íbamos a salvar el mundo (los emprendedores), cuando -en realidad- bastante tenemos con salvarnos a nosotros mismos, de momento. Ahora mucha gente se pregunta ¿Dónde están esos emprendedores que iban a reactivar la economía y generar miles de puestos de trabajo? La respuesta es sencilla. Tratando de sobrevivir. A duras penas.
Normal: Vivimos en una sociedad donde la cultura de emprender brilla por su ausencia, donde el “hijo, ¿por qué no te sacas unas oposiciones?” es lo que prima, donde en los colegios la palabra emprender es tabú y donde no se premia (y mucho menos se fomenta) la creatividad ni la diferencia, aunque desde los cuatro años demuestres un talento innato para el dibujo (o lo que sea): “déjate de hacer dibujitos y hazte notario, ya me lo agradecerás”.
Con este tipo de educación es imposible superar el miedo a trabajar por tu cuenta, a no seguir a la manada y crearte tu propio camino, diferente al del resto. Sin la educación necesaria es imposible superar el miedo al fracaso, porque esta es también una palabra tabú, sobre todo cuando uno de tus principales enemigos eres tú mismo.
Con esto, acaban teniendo sentido los coaches (los buenos) y triunfando y haciéndose ricos los sucedáneos (Hoy das una patada en el suelo y salen tres “coaches” dándote un par de consejos de almanaque o de galletita de la suerte) (Si estas en facebook de tres pasa a nueve).
Los emprendedores nos dejamos la piel haciendo lo que nos gusta. En muchas ocasiones, más allá de la piel… (No voy a hurgar en ninguna herida de quien me esté leyendo). Trabajando duro sin saber que va a ser de nosotros, no ya en un futuro próximo, sino pasado mañana. Peleando sin otros recursos más que nuestra pasión, esfuerzo e intelecto (En algunas ocasiones incluso talento). Trabajando las ideas con poco (o nada) dinero –al menos la mayoría- pero con mucho corazón y tesón.
La parte buena (o algunas de ellas): Desarrollar tus propias ideas constituye un proceso de crecimiento vital que no puedes experimentar cuando trabajas las ideas de otro. A medida que tu proyecto madura, tú lo haces también. Y eso no tiene precio. (Cuesta dinero. Pero no tiene precio.)
Por eso, por todo lo que cuesta, me gustaría que las palabras emprender y emprendedor dejen de estar en la lista negra y que tú, si tú, que estás ahí, indecis@, con todas esas buenas ideas cocinándose en tu cerebro, dejes que fluyan y des el salto, porque, si bien no somos superhéroes, sí que puedo decirte que ¡No estás sól@!
…al final le encontré un título cojonudo.
Te abrazo.
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